27 de julio de 2011

ALL BOYS-FLORESTA BARRIO CHINO (Y SIBERIANO)









"Dibujo: Daniela Acerbi."
FLORESTA BARRIO CHINO

(Y SIBERIANO)

En estos tiempos dulces, el receso es doloroso para los hinchas de All Boys. Y mientras esperamos, como ansiosas colegialas frente al teléfono, cada dato sobre los jugadores que renuevan sus contratos o se suman al plantel, no está mal aplaudir un poco.
Primeros aplausos, para los notables comuñes de papel creados por el hábil albo Matías Rodríguez, un homenaje papirofléxico al plantel (con Pepe Romero y Roberto Bugallo incluidos) que nos permitió conservar la categoría en Primera. Para imprimir, recortar y armar. ¡Origami de barrio!
Los aplausos que siguen –nos vamos poniendo serios– son para tres héroes que dejaron el plantel de All Boys después de cuatro temporadas inolvidables.
Uno es el Querido Negro Marcelo Vieytes, cuya cabriola en Arroyito por siempre nos dilatará los poros de los brazos a todos los hinchas del Albo, y que ya protagonizó una página del Álbum Blanco.
El segundo es Ariel Zárate, quien dejó el fútbol y permanece en el club como mánager. Acaso por su veteranía, sus dos temporadas en el Nacional B y su último acto, en Primera, no lograron mostrarlo en el nivel con el que nos compró a todos los hinchas en el título obtenido en la B Metropolitana del 2008. En aquel torneo, no lo dudo, se convirtió en el mejor 10 que vi con la camiseta de All Boys. Armador, goleador, líder y jugador indispensable, Zárate estuvo a la altura de Alberto Pascutti y fue la cara de aquel equipo campeón. Gracias, Chino, por hacernos felices tantas veces.
El aplauso final es para el entrañable Carlos Madeo, acaso uno de los zagueros del Blanco que más me emocionó en la historia. Cuando llegó a Floresta lo creí un avatar de otro grande, Gustavo Minervino, pero finalmente Madeo construyó su propia gloria, a fuerza de jugarse el epitelio craneal en cada pelota.
Como hincha, pocas veces me sentí tan seguro como cuando Carlitos estuvo en cancha. Generoso como un guardavidas, noble como un husky, desinteresado como un escudo humano, temerario como un suicida, Madeo no sólo fue parte de un campeonato, un ascenso y dos permanencias; sino que representó como nadie la idea del marcador central heroico, del defensor romántico, símbolo del rollingstoneano rescate emocional. Gracias, Siberiano, por salvarnos tantas veces. Javier Aguirre

1 comentario:

Buenaventura dijo...

Emotivo el final del resumen.
Me emociono la piel.