26 de noviembre de 2014

ALL BOYS,EL ORGULLO DE UN BARRIO

All Boys,el orgullo de un barrio

En la vieja Buenos Aires el tango suena pausado, melódico, como un lindo pasacalles al ritmo que marca Gardel, bajo los latidos profundos de un país que emana fútbol a borbotones entre las venas de los argentinos; una pasión desbocada, desmedida y, como bien dicen, no la podremos entender ni sentir jamás.
Entre calles abiertas, árboles que parecen reclinarse hacia nuestro paso y verjas oxidadas, encontramos un pequeño barrio porteño llamado Floresta, sin nada especialmente llamativo o simbólico para el turista, pero con una esencia poco habitual que atrapa de pronto. Floresta rebosa colectividad, un barrio pequeño en el corazón de Buenos Aires que pinta su vida de blanco y negro, los colores de su club: All Boys.
Aunque geográficamente se sitúe en el barrio de Monte Castro, All Boys siempre se asoció con Floresta
En 1913, un grupo de amigos decidió fundar un equipo de fútbol, el Club Atlético All Boys. Sería imposible pensar que aquellos jóvenes entendieran en lo que se trasformaría tiempo después aquello. Bajo las señas de ‘honestidad, pureza, compromiso y responsabilidad’ sentaron los pilares fundamentales del equipo, siendo uno de esos valores —la pureza— el motivo del color blanco de su camiseta, a la que se añadiría el negro como símbolo estético. La vida de All Boys como club no fue nunca sencilla en el plano deportivo: numerosos ascensos y descensos han llevado al club a vivir años vertiginosos, donde coqueteaban en divisiones profesionales mirando siempre con ilusión y entusiasmo el salto a Primera División, pero conociendo a su vez el frío y blando barro de dos o tres divisiones más abajo, allá donde el verde pierde su color y el cemento de las canchas suele ser algo anecdótico.
All Boys en la sociedad del barrio

La dimensión social que alcanza All Boys en el barrio de Floresta sobrepasa incluso a otros barrios como Flores o Monte Castro. El club forma parte de la identidad del barrio de una manera colosal, tanto que incluso All Boys eclipsa a Floresta en todos los ámbitos sociales y políticos y, a su vez, le da una magnitud enorme en la representación de un barrio más allá de las fronteras.
El ‘apache’ Tévez jugó en las categorías inferiores de All Boys
El compromiso social del club con Floresta es latente a diario. El día de navidad un helicóptero aterriza en el estadio Islas Malvinas —sede del equipo— y Papá Noel reparte sus regalos entre todos los niños de la comunidad vecinal. En Floresta cualquier niño desde su más remota infancia asocia su barrio al club albinegro, la pasión se muestra en cada esquina, en cada pintada que inunda cualquier pared de sus calles, en cada camiseta que se luce con orgullo. Entre sus callejones, una pintada representa con exactitud la dimensión sociopolítica del club con el barrio y viceversa: ‘Mi vieja me dio la vida, Floresta me hizo de All Boys’.
Pepe Romero y el gran sueño de Floresta

All Boys, como club, siempre anduvo inmerso en una montaña rusa de sentimientos, ascensos y descensos han sido una constante en la historia del Albo, como así se le conoce al equipo. Pero siempre un sueño, una esperanza palpitaba en el corazón de aquellos habitantes: poder regresar un día a la Primera División, algo que no ocurría desde 1972, donde el club logró el ascenso y se mantuvo hasta 1980. Eran años de gloria y orgullo para Floresta, tiempos que se esfumaban como arena entre los dedos en el presente actual.
Pepe Romero es el primer exjugador que consigue alcanzar un título como entrenador en All Boys
Tras un breve paso en 2004, en 2006/2007 regresa Pepe Romero al banquillo del Albo, antiguo ex jugador del equipo argentino entre 1967 y 1976. En su primera temporada y tras una mala racha del equipo, casi logra el ascenso a la Primera B. Lo conseguiría al año siguiente, armando un grandísimo bloque defensivo y ofensivo. 85 puntos muestran el hambre y fiereza de All Boys.P epe Romero se convierte así en el primer exfutbolista de All Boys en conseguir un título como entrenador. Floresta aclama a Pepe, lo idolatra, pero ignoran lo que años después el Albo y el técnico serían capaces de conseguir juntos.
En las calles del barrio, entre el humo de los asados y las camisetas albinegras, se mezcla el sentir de una pasión y la nostalgia de abandonar el barro de divisiones metropolitanas que ensuciaban el blanco inmaculado de un equipo que merecía más. El sueño de ver a All Boys jugando en La Bombonera apretando el para avalanchas con sus dedos con una firmeza grandiosa, la firmeza con la que su equipo debe mantenerse sin vértigo en tan altas esferas.
Pepe Romero lo sabía, en sus arrugas de hombre humilde se escondía el corazón de un viejo zorro; sin cobardías y de frente miraba a los suyos en cada entreno a los ojos, sabiendo que algo grande estaría por llegar, que aquellos cánticos que resonaban no eran cuentos de hadas ni pura ilusión efímera del hincha.
30 años de nostalgia en 90 minutos

El año 2009 dictaba un calendario que pasaba las hojas recordando en los ecos del corazón de All Boys que en 2013 era su cumpleaños, el número 100 de su vida, un centenario amarrado a un sueño que se mezclaba entre la utopía y el pálpito lindo de un primer romance. El Albo acaba cuarto y consigue promocionar a Primera División, pero se debe enfrentar a todo un Rosario Central.
El partido de ida se disputa en casa. Tras el gol inicial de Mauro Matos, que instalaba la locura en el Islas Malvinas, llegó la desolación absoluta, un gol de Burdisso en el descuento ponía el 1-1 y el resultado muy difícil para el equipo porteño.
Tocaba una gesta heroica, Floresta se unió más que nunca en una ilusión de más de 30 años de nostalgia. Seguramente muchos de los que inundaban aquellos autobuses (allí llamados colectivos) solo habían visto jugar a su equipo en la máxima categoría de oídas, por sus padres o en viejos VHS. Junto a ellos, hombres de mediana edad con la melancolía impregnada, como el perfume de una dama que roba el corazón y no se olvida, apretando los dedos del metal, asomando la cabeza por la ventanilla para ver el camino esperanzador hacia el Gigante de Arroyito, la sede de Rosario, sin pararse a pensar si la vuelta sería algo para recordar o un cortejo fúnebre. El ruido de los cánticos de los hinchas no dejaban pensar demasiado, hoy se jugaba la vida All Boys y eso era lo único que merecía la pena pensar.
Pero aquella no sería una tarde cualquiera, los chicos de Pepe Romero dieron un golpe sobre la mesa venciendo 0-3 en un campo visitante donde no cabían más hinchas albinegros. el sueño de un barrio se había cumplido y All Boys se abrazaba a Primera División como se aprieta la mano de un padre: firme, sincero y con todo el corazón del mundo.
Su capitán, Nicolás Cambiasso es el portero del equipo con más titularidades y hermano mayor de Esteban Cambiasso
Floresta volvía al epicentro del fútbol mientras un cántico retumbaba sin cesar: “Todos nuestros hijos se pondrán a llorar, otra vez en primera van a ver a papá”. Y en aquella noche mágica lloraron los hijos, los padres y los abuelos, fundidos entre colores y trapos albinegros, entre la humildad y el carácter de un barrio que siempre estuvo orgulloso de su equipo, jugara donde jugara.
Gloria, lodo y nostalgia

Fueron años bonitos aquellos, All Boys visitaba La Bombonera o El Monumental mientras sus hinchas se dejaban la garganta en las gradas, a Pepe se le recordaría eternamente con una estatua a tamaño real, gracias a la recolección de 5000 kg de cobre por parte de su hinchada en menos de un año. A regañadientes, el Albo se mantuvo con orgullo en Primera División, e incluso pudo celebrar su centenario en la división más grande de todas, un premio a 100 años de pasión y sufrimiento en el que veían su fruto, su reconocimiento de que todo el camino pedregoso había valido la pena.
Injusto o no, el fútbol tres años después volvería a despertar al equipo albinegro de su sueño de hadas de la forma más brusca, en un último encuentro liguero donde su mentor, el padre adoptivo que le había dado la vida a All Boys, su entrenador Pepe Romero, anunciaba que no continuaría en el cargo la próxima temporada. Vacío y roto como una muñeca de porcelana hecha trizas desde su corazón, el equipo danzó sin alma en aquel último partido. Boca Juniors sería el verdugo aquella noche —aquel equipo contra el que tanto anhelaron los hinchas del Albo volverse a enfrentar—, serían los que pondrían el dedo en la herida y asestasen la puñalada letal a All Boys, en un 1-3 que devolvía al equipo a la espesa negrura de la B. Volver a remar entre el ahínco y el orgullo de un barrdio que nunca se rinde, pero esta vez en una corriente mucho más fuerte sin el bueno de Pepe Romero como sonrisa inmortal de Floresta, de All Boys, de todo Buenos Aires.


Yasser Tirado
Escritor que pretende hacer del fútbol una literatura de mesilla de noche, un enfoque distinto entre la densa niebla. Podéis ver mis proyectos en www.memoriasdeunbar.com

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